Cuando las herencias empobrecen

Escucho a algunos adultos vivir en el reproche…

El porqué

…por qué sus padres no les dan esto o aquello, o a adultos mayores preocupados sobre qué hacer con sus bienes, su herencia, para evitar disputas con los hijos o “ayudarlos”.

Hijos que ponen en tres y dos a los padres sobre qué hacer con sus bienes. Hermanos que pretenden incluso con el progenitor vivo y capaz, despojarle y despojar al resto, porque sencillamente lo considera bien.

Es importante señalar, que el adulto que aún está esperando recibir de los padres, no ha crecido, es decir, es un niño asustado en su fuero interno, esperando y demandando más a los padres porque se siente incapaz de conseguir lo propio (sustento, morada y abrigo).

Un adulto que viva en el reproche, o a la espera de cuándo es que el padre en vida le heredará o peor aun cuando es que podrá disponerle de los bienes, es un adulto perdido. Sin ninguna fuerza personal. Que se evidenciará a lo largo del tiempo es más carencia como refuerzo perfecto a la creencia de “estoy indefenso, dame más”.

Seguir demandando de los padres siendo adulto, no solo es un acto infantil, también es un acto fatuo, que no permite tomar a los padres en el corazón con gratitud y humildad por la más grande herencia, tesoro y riqueza que ya nos han dado…la Vida.

Sistémicamente, seguir exigiendo a los padres lleva a mayor necesidad, disponerle sus bienes cuando aún ellos tienen perfecto uso de consciencia y acción les merma la fuerza como padres como los nichos nacientes de Vida de donde la existencia de hijos y nietos proviene. ¿Cómo se siente un padre cuando el hijo le dice comete esto y no aquello? ¿o colócate esta ropa y no la otra? ¿o toma cualquier decisión que solo le atañe al padre?

Como padres sentimos una sensación de estar disminuidos, pero el padre bien colocado en su lugar de padre, y bien claro de su autoridad, enseguida puede fijar límites y propiciar el orden jerárquico en el sistema.

Estás dinámicas en la que los hijos pretenden disponer sobre los padres y de lo de los padres, se genera porque muy probablemente el padre tampoco ha asumido su rol de “grande”. Y ha pretendido que el hijo sea el que cubra el vacío de las disputas de pareja, la soledad, o la incapacidad de sostenerse emocional o económicamente. Es este tipo de padres que llama al hijo para contarle los problemas que tuvo con la pareja, o con el otro hijo, es el tipo de padres que también llama al hijo para que le cubra gastos, inversiones, iniciativas, le entretengan o le acompañen como si fuese un niño indefenso (sin serlo) me refiero aquí a personas totalmente capaces.

Este tipo de padres aun habiendo hecho su vida con comodidad, y pudiendo organizarse para un fondo de jubilación, un seguro, se hacen víctimas y pretenden ser hijos de sus hijos. Ocasionándoles una gran carga y la imposibilidad de avanzar con más fluidez en sus destinos.

Las dinámicas ocasionadas por este tipo de desórdenes sistémicos dejan muy mal parado a los padres quiénes con esta actitud se ven mermados más y más en fuerza y en su poder personal. Pero más desgastados quedan los hijos, pretendiendo ser los “grandes” (abuelos) responsables de los padres; y cuya compensación viene de un modo cuestionable como el despojo de lo material a lo que creen tienen derecho, para compensarse. Tomar consciencia como padres y como hijos trae el orden, el amor y la armonía. Entender que los grandes son los grandes porque pagan un precio con su historia personal, con su destino, para que los hijos lo puedan hacer diferente y en ocasiones tenerlo más fácil, es el mayor EUREKA que podemos tener.

La bendición está en saber ocupar tu lugar. Ocupándote de tu realidad, respetando el destino del otro. Sin apropiarse de la energía intrínseca que cada quien decide manejar. El hijo adulto que aún exige a los padres, les pierde. El padre, que pretende que el hijo se haga cargo, se pierde.

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