Progenitores que se olvidan de sus hijos

Más allá de lo legal, de lo que debe ser, de lo que concebimos como correcto o incorrecto.

La visión que se expone es desde el alma, desde los procesos sistémicos familiares y como experiencias impregnadas en los campos mórficos que nos dan respuesta. En muchas ocasiones juzgamos a aquellos padres que una vez fecundan se alejan, o que al separarse de la mujer, renuncian también a su rol y responsabilidad como progenitores. Esto también sucede en el caso de algunas mujeres. En ambos casos es cuestionable la actitud y penada la conducta en forma legal en la mayoría de los países. Cuando uno de los padres se aleja del hijo deja en este una sensación de “insuficiencia” es decir el hijo puede quedar con la sensación de no haber sido suficiente para que el padre se quedara a su lado, o peor aún le rechazase. Esta percepción del hijo puede evidenciarse también al quedar huérfanos. En cuanto al padre que toma distancia, no solo de forma emocional sino de forma económica, vemos algunos factores sistémicos. Uno de ellos, es que a la generación masculina de este hombre no se le ha dado la honra y el respeto merecido en el sistema familiar. Un ejemplo de ello, es aquellos hombres rechazados en la familia que no se consideraron “aptos” o merecedores del afecto de la mujer por los padres de ella. Y que pudieron haber engendrado un hijo, que luego no permitieron verle, o aún quedándose juntos como pareja, fueron por ello, excluidos del sistema familiar. Es posible que las generaciones siguientes repitan el patrón, dándose en la familia padres que se alejan reviviendo ese proceso transgeneracional. Otra explicación que se evidencia, es al observar en algunos casos, como el padre que se aleja podría causar más daño acercándose a la prole, e incluso quedándose a su “resguardo”. Por diversos motivos: adicciones, insolvencia, problemas psiquiátricos, embrollos sistémicos que le ponen en riesgo y por ende al entorno. En fin, cada caso es particular. Como mecanismo de subsistencia aquellos padres que desde el inicio les toca separarse de sus hijos, llevan consigo una gran carga. Siendo leales a sus sistemas de origen, repiten la historia inconscientemente, creando dolor en sí mismos y en quiénes les rodean. Una forma de hacer que la historia sea diferente es reconociendo el legado de la Vida que este tipo de progenitores dejan. Por sobre la Vida no hay nada más. Vienen a dejarla pasar a través del árbol familiar. Mantenerlos presentes energéticamente con buena lid, entender que fueron el instrumento para hacernos progenitores y poder disfrutar de la bendición del hijo, concilia cualquier necesidad económica, afecto, o ausencia pudiese generar. De no ser así, entonces el hijo también representa una carga para el que se queda con él. Y el aprendizaje va directo a ese progenitor que toma la Vida con desprecio y no como una bendición. No obstante, es a veces ver el dolor y desaliento en nuestros hijos por esta ausencia lo que nos remueve profundamente los cimientos hacia el deseo de “justicia”. Más, esta ausencia que se ve reflejada en los hijos, muchas veces corresponde a algo por sanar también en nuestros corazones por la ausencia de alguno de nuestros padres. Verlo conscientemente, permite transformar el sistema y compensarlo para parar historias de abandono o rechazo. Es un trabajo “hacia adentro”, de consciencia más allá de lo estrictamente evidente. Tomar al hijo como la mayor bendición y honra sus raíces, es lo que le permitirá que éste se desarrolle a plenitud y tener una vida más gentil. Negar el origen hace que el hijo crezca insatisfecho, vacío y roto al no poder integrar la otra mitad que le ha engendrado. En cuanto al progenitor que abandona, le toca una experiencia difícil también, en donde muy probablemente ni la vocación, el talento, el trabajo y/o la prosperidad le sonrían. Pues el mensaje inequívoco que entregan al Universo es precisamente el rechazo y abandono al mayor tesoro, la Vida. Quien rechaza la Vida que ha podido pasar, ¿qué puede esperar?… si se está rechazando a sí mismo. Cabe reflexionar aquí, ¿quién paga entonces de forma feroz la ausencia? El progenitor que valora al hijo y avanza con él. O aquel que por embrollo sistémicos, lealtades ciegas renuncia a la dicha de éste y lo que su presencia representa. En próximos post estaremos abordando la importancia de reconocer a papá y a mamá en el hijo, ocupando el rol que como progenitores nos toque.

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